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domingo, 1 de septiembre de 2013

Ya estamos otra vez

Desde el pesimismo y la indignación. ¿Por qué los poderosos son tan chulos? ¿Por qué se han autoadjudicado el poder de decidir sobre la vida de los demás? Sí, ellos deciden cuándo “intervienen”, matan (es lo mismo), “salvan”… IMPUNIDAD.
No seré yo quien defienda al dictador sirio que, por cierto, a estas horas estará ya a buen recaudo. Pero no hace falta ser muy avispado para darse cuenta de que la “intervención” poco o nada tiene que ver con el uso de unas u otras armas. Tampoco con el hecho de que mueran más o menos personas.
El lío que han montado en esa zona del mundo es monumental. Siria es una pieza más del puzzle. Unas piezas manejadas por “alguien” o por los mismos que manejan todas las demás. A veces lo llaman “los mercados”. Otras veces les ponen nombres más reconocibles. Depende de lo que interese en cada momento.
Porque ya sabemos quién pierde (a los perdedores se les llama daños colaterales), ¿sabemos quién gana? ¿Qué interés tiene la zona y para quién? ¿Hay que dar un escarmiento? ¿A quién? ¿Hay alguna facción “buena”? Y sobre todo, ¿qué pasaría si no hubiese ninguna guerra?
En todo esto Rusia y China quedan como los “sensatos”, los “buenos”. En contra de la “intervención” con la boca pequeña. En realidad les da lo mismo siempre y cuando no toquen sus áreas de influencia. Sus negocios que no son menos importantes que los de “los otros”. Son los mismos. Allí también hay “mercados”.

Todos somos daños colaterales. Menos ellos. Son hijos del mismo padre: son hijos de putin.

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